Perdonarme si hablo tanto de mi afición favorita, pero es conveniente que entendáis esto para que luego podáis enjuiciar mejor lo que me pasó. Para explicar breve y claramente cual es la idea, citaré el lema del Kenpo Karate, el cual es aplicable perfectamente a cualquier estilo y escuela:
"Vengo hacia ti con las manos vacías. No tengo armas, pero, si soy obligado a defenderme, a defender mis principios o mi honor, si es cuestión de vida o muerte, de derecho o de injusticia, entonces aquí están mis armas: las manos vacías".
Sólo quiero añadir, que me encuentro en muy buena forma, mido 1,85 de estatura y peso 95 kilos, y todo músculo. Para eso entreno 3 horas diarias, incluidos los fines de semana.
-“que os passsa, putillas, que sois unas putillas”.
Las dos chicas, asustadas, se movieron al final del vagón sin decir nada. Yo presencié el insulto y aunque me quede impasible, mi cuerpo se tensó, pero no moví un sólo dedo. Y a continuación, sin dejar de hablar por teléfono, el individuo empezó a pegar patadas en las puertas por donde había entrado y con su puño libre golpeaba una de las ventanas de la puerta. Tenemos estrictamente prohibido usar las técnicas del kárate en público, a no ser en caso de que una necesidad absoluta lo requiera en defensa o para proteger a otras personas. Me vinieron a la cabeza, las palabras del primer profesor que tuve, del cual guardo un grato recuerdo y agradecimiento por todo lo que me enseñó: “el kárate es para hacer amigos, si lo empleas para satisfacer tu ego, para dominar a otras personas, es una total traición al objetivo por el cual se practica. Nuestra misión es resolver conflictos, nunca crearlos”.
Aunque hace ya muchos años, me vi envuelto en un par de ocasiones en alguna reyerta, me defendí bien y nunca la cosa había pasado a mayores. Y mira por donde, el destino me había puesto delante un patán y un chulo, que claramente era una amenaza para el orden público e iba a hacer daño a alguien si no me encargaba de él. Os diré que era alto y se le veía fuerte, pero claramente no estaba en buenas condiciones y yo me encontraba en plena forma. La necesidad era real y mi semáforo ético estaba en verde.
Yo me encontraba de pie, justo enfrente de las puertas que estaba golpeando y no había nadie más en ese tramo del vagón. Hacia mi izquierda, empezaban las filas de asientos, unas en el sentido del tren y otras pegadas a sus laterales.
En el lado izquierdo de la marcha del tren, iban sentados un chico de 18 o 20 años y más allá un anciano. En el lado derecho, en el asiento más cercano a la puerta, iba sentada una chica de unos 15 años, que por sus rasgos, era sudamericana. Y el energúmeno éste, la ve y se dirige hacia ella gritando:
Esta era la mía, éste se iba a llevar todos los golpes que en muchísimas ocasiones había tenido que reprimir. Yo sé golpear a un hombre de una forma que le puede ocasionar la muerte, pero no era esa mi intención, le machacaría con algún hueso roto o lo que hiciera falta. Este no sabe lo que le espera, pensé. Salté hacia delante y poniéndome delante de él, con actitud desafiante y una mirada cargada de desprecio, le espeté:
Y el otro le contestó:
Y el anciano con una voz cariñosa le dijo:
La otra persona, a todo esto, a medida que iba hablando el anciano, había dejado caer sus brazos y aunque había prestado atención al anciano, claramente sus palabras le habían hecho rememorar no sé que tristes circunstancias. Su agresividad había desaparecido por completo y como si de repente se encontrara sobrio pero compungido.
Yo había ido poco a poco desplazándome hacia la izquierda de ellos, y cual no sería mi sorpresa, cuando con una impresionante mansedumbre, el hombre empezó a sollozar, al principio tratando de contenerse y luego abiertamente echándose en los brazos del anciano.
Yo no pude contener mi emoción y mis ojos se llenaron de lágrimas. El tren seguía con su traqueteo y pasado más o menos un minuto, sin dejar de agarrarle con los brazos, le separó y mirándole con la mirada más amorosa que un padre pueda tener para su hijo, le dijo:
“Tranquilo, todo va a salir bien”.
Aunque os cueste creerlo, todo esto ocurrió en el tiempo en que el tren tardó en recorrer tres estaciones, porque yo me bajé en la penúltima, y desde el andén pude observar con una última mirada, como el resto de los actores, continuaban su marcha. El pobre hombretón, continuaba escuchando atentamente al anciano.
Pero la historia no acaba aquí y esta parte ya no tiene un final tan feliz. Resulta que como sabéis, el metro lleva ahora cámaras de vigilancia instaladas y a los diez días de ocurridos estos hechos, empiezan a salir unas imágenes en todas las televisiones, en las que aparece la escena en la cual nuestro amigo se mete con la chica, se retira un poco y le suelta la patada. En la parte superior derecha de la imagen salen unas piernas hasta la altura de las rodillas, que son las mías y a la derecha, el joven que iba sentado y que fue testigo mudo de toda la situación. La primera vez que lo vi, pensé que como era un video, posteriormente saldrían más imágenes. Como era obvio que el tema me interesaba, pues no en vano yo era actor secundario, empecé a hacer zapping por todas las televisiones. Para mi mayor sorpresa, las imágenes se repetían una y otra vez, y en poco tiempo dieron la vuelta al mundo. El escándalo estaba montado y como buitres, cada uno estaba sacando el mayor partido que podía.
En una de las ocasiones, los reporteros perseguían a nuestro amigo por la calle, el cual demostrando su poca cultura y sintiéndose el centro de atención, empezó diciendo que “se le había ido la olla”, pero que había pedido perdón. Entrevistaron también a la abuela con la que vivía. La buena mujer contó algo que ya sospechábamos: su nieto había sido abandonado por su madre, la cual trabajaba en una barra de alterne. Su padre era un borracho perdido, que pegaba tanto a la madre como al hijo y que al cabo de unos pocos años, desapareció. La abuela había hecho lo que había podido, pero ya desde niño, fue muy conflictivo y se pegaba con todos los demás niños, en un intento desesperado de llamar la atención y llenar el vacío de no tener padres. Cuando se hizo mayor ya no pudo hacer carrera de él, y le dejo a su suerte. Me impresionó cuando para acabar añadió: “en el fondo es un buen chico”.
La cosa empeoró, cuando por presiones de la opinión pública y de los políticos, hicieron que interviniera el fiscal para que fuera detenido. Muchos personajes y personajillos, opinaban que “no se podía ir de rositas”, que había que darle un escarmiento. En un principio, la chica que era menor de edad ni nadie de su familia interpusieron una denuncia, pero pronto empezaron a presionarles, que cómo era posible que siendo ellos los principales afectados no le denunciaban. Al día siguiente, salió el presidente de una asociación de inmigrantes , diciendo que había que defender el honor de todos ellos y que había que denunciar los hechos y dar ejemplo. Es obvio que después de tanta presión, acabaran por denunciarle y presentar una querella.
Para descontento de muchos, el Juez que vio el caso y tomó declaraciones a todas las partes implicadas, resolvió dejar en libertad provisional al detenido, teniendo que presentarse en la Comisaría cada quince días, hasta el día que se vea el juicio. Estoy seguro que el Juez, pudo apreciar que esa persona se había arrepentido y estaba dispuesto a iniciar una nueva vida. Seguro que el anciano tuvo algo que ver, aunque no estoy seguro porque a mí nadie me ha llamado a declarar, ni me han hecho ninguna pregunta.
Con el que si se metieron, era con el pobre chico que iba sentado y que no se había movido. Como era posible que no había salido en defensa de la chica. Y venga a marearle y a criticarle. El chico se defendía como mejor podía y se preguntaba porqué no habían oscurecido su imagen, como hacían con los hijos de las famosos y con personas que no daban su autorización para aparecer en medios públicos. Se había venido con sus padres de Argentina, tratando de encontrar una mejor vida pero no saben como las gastamos por aquí.
Yo pasé unos días muy inquieto, hasta que viendo que ya no había más morbo, el tema dejó de salir en los medios y ya nadie habla del tema. Me preguntaba porqué se había actuado así. Que oscuros intereses son los que dominan nuestra sociedad y sus medios de comunicación. A veces, me daban ganas de escribir a los periódicos y a las televisiones, contando mi versión de los hechos, pero luego se me quitaban pensando que no me harían caso. Me tranquilizaba pensar que nuestro querido anciano, estaría por detrás ayudando al chico. Pero me siguen entrando dudas de si habré actuado correctamente.
¿Qué hubierais hecho vosotros?
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