LA PERDONANZA

Perdonanza es un término antiguo que significa indulgencia y tolerancia. El sufijo "anza" añadido a perdón, significa "perdón en acción". En este libro se quiere analizar ese perdón en su extremo más difícil, el perdón de los enemigos.

Dicen que todos sabemos perdonar, aunque perdonar a los enemigos es algo que nos cuesta hacer. Si alguien nos causa un grave daño físico o moral, o a un ser querido, olvidar y perdonar es muy difícil, hasta el punto que hay personas que se llevan el agravio a la tumba. Para entender "la perdonanza", hay que mirar el perdón desde otros puntos de vista. Si decimos que perdonar es "dejar de estar enfadado o resentido (hacia alguien) por una ofensa, falta, o error", resulta que la persona que consigue perdonar, es la primera beneficiada, ya que deja de estar enfadada o resentida. Se trata de pensar o poner el centro de atención, en la persona que perdona y no en el ofensor, del que también nos ocuparemos. Dejamos de estar encadenados al ofensor y nos sentimos libres.

Si nos lo proponemos, perdonar a los enemigos, requiere práctica y es algo que podemos conseguir. Dejaremos de vivir con odio, rencor y angustiados por el miedo a lo que nos suceda. "La perdonanza" nos ofrece ser pacíficos, tolerantes y comprensivos. Al mismo tiempo, mejoramos nuestras relaciones personales y conseguimos la paz interior. Sólo tenemos que intentarlo.

viernes, 8 de enero de 2010

DOS AMIGOS

Esta historia me la contó mi amigo Esteban hace unos días. Al parecer, recientemente había perdido y vuelto a recuperar la amistad de un amigo suyo de toda la vida al que yo no conozco porque éste reside en Santander. Por lo que me dijo, la amistad entre ellos venía de antiguo, pues juntos estuvieron estudiando en la Universidad. En aquella época, ambos conocieron y se enamoraron de otras dos amigas, con las que unos años más tarde acabaron casándose.

Durante muchos años habían continuado su amistad y cuando ambas parejas tuvieron hijos, compartieron muchos momentos a través de las actividades de los niños. Más tarde, a mi amigo Esteban le trasladaron a Madrid y ellos continuaron en contacto aunque, lógicamente, ya no se veían tanto como antes. A pesar de la distancia, las dos familias mantuvieron la amistad, pasando en alguna ocasión las vacaciones juntos, haciendo algún que otro viaje y así pasaron unos cuantos años más.

Hace unos tres años, mi amigo Esteban se divorció debido a que su ex-mujer había conocido a otro hombre y, sin previo aviso, le abandono y se fue a vivir con el otro. El asunto sorprendió a todo su círculo familiar y a todas las amistades, debido a que ella siempre pareció una persona indecisa e insegura, incapaz de algo semejante, pero eso es lo que ocurrió. Mi amigo Esteban, que es un caballero, con una fuerte personalidad, sobrellevó el tema lo mejor que pudo y se podría decir que la separación fue de lo más correcta posible, si la comparamos con otros casos similares.

Pues volviendo a los acontecimientos, como si el destino se fuera repitiendo, el amigo suyo de Santander, también se había separado hacía unos meses, por motivos similares. En este caso, la separación había sido más tumultuosa, pues su mujer había sido la amante durante algunos años de uno de los Notarios de Santander y mucha gente en la ciudad lo sabía, hasta que por fin él los descubrió. Hubo alguna escena digna de una película pero la cosa no fue a mayores. El Notario continuó con su vida pues estaba casado y no se separó de la que era su esposa, a pesar del escándalo que se formó. Pasado un corto tiempo, el matrimonio del amigo de Esteban acabó por deshacerse y en alguna ocasión, ambos amigos hablaron por teléfono y comentaron las casualidades que les ha
bía deparado la vida.

Un poco tiempo después, un día mi amigo Esteban recibe una llamada de la ex-mujer de su amigo y le dice que está en Madrid, pasando unos días en casa de una amiga y que la gustaría verle y salir a cenar un día. Esteban lo encontró de lo más natural del mundo, y accedió al requerimiento pues eran muchos años y momentos los que habían pasado juntos ambos matrimonios. Quedaron al día siguiente en un restaurante conocido y Esteban continuó con su trabajo, pues estaba especialmente ocupado en esa época, y no se le ocurrió comentarlo con su amigo.

Cuando se encontraron se saludaron amistosamente y la cena transcurrió entre las historias de ambos, recordando viejos tiempos. Ella se sinceró y contó los motivos de su ruptura y lo cierto es que mi amigo Esteban no sabe, si por los efectos del vino o porque empezó a coquetear con él, la noche hubiera acabado de otra forma si él se hubiera decidido al ataque. Hay que decir que mi amigo Esteban ahora está sin pareja, pero le parecía muy fuerte liarse con la ex-mujer de su amigo y ahí quedó la cosa.

Pasaron unos días, cuando Esteban recibe la llamada de su amigo notablemente nervioso. Rápidamente le pregunta si es cierto que ha visto a su ex –mujer, que por qué no le ha contado nada y que qué ha pasado entre ellos. Mi amigo sin perder la calma, le cuenta lo que ha pasado y el otro interrumpiéndole le espeta: ¿qué pasa, ahora tú también te quieres liar con ella?. Y de repente le cuelga.

Mi amigo Esteban, lógicamente dolido por esta reacción, no dio ningún paso y se puso a la espera de que él rectificase, pues se encontraba libre de culpa. Así pasó una semana, y otra, y otra y Esteban empezó a sentir que las cosas se estaban yendo de las manos. ¿Porqué le había colgado? ¿cómo podía pensar de él que se iba a liar con su ex –mujer? ¿qué sentido tenía de la amistad? Y más preguntas por el estilo, ¿y si le había pasado algo? ¿qué podía haber contado la ex-mujer de su amigo?.

Pasaron algunas semanas más y Esteban se sentía dolido, injustamente tratado y deprimido por haber perdido la amistad. Pero un día, reflexionando, llegó a la conclusión que la amistad era más fuerte que su orgullo y tenía, de una vez por todas, que clarificar la situación. Además, sintiendo la amistad que profesaba a su amigo, internamente procedió a perdonarle y a no guardar ningún tipo de rencor ni resentimiento. Pensó que su amigo debía haber pasado por malos momentos y las reacciones, en ese estado, no son las adecuadas. ¿Cómo había dejado pasar tanto tiempo? ¡qué falacia de orgullo!. Pensó que muchas veces lo que esperamos de los demás no es lo que nos llega pero eso es precisamente lo que necesitamos para darnos cuenta de otros aspectos de nuestra vida.

Así que sintiéndose con fuerzas, agarró el teléfono y le llamó. Según me comentó, empezó pidiéndole perdón si de alguna forma, que él no era consciente, le había ofendido. Siguió diciéndole que pensaba que su amistad estaba por encima de todo y que quería recuperar la relación con él. Pasaron unos instantes y el silencio encogió el corazón de mi amigo Esteban, pues el otro, emocionado, no decía palabra. Pero a continuación le dijo que no sólo le perdonaba, sino que era al revés, que era él, el que le pedía perdón y reconocía abiertamente que no le había tratado correctamente. Le contó que lo había pasado muy mal, había estado deprimido y que lo que más sentía de todo lo que le había pasado era sentir que había perdido la amistad entre ellos.

Lo mejor de toda la historia es que ninguno de los dos efectuó reproche alguno y eso facilitó enormemente el reencuentro. ¿Qué sentido hubiera tenido?. Después se han vuelto a ver y una de las cosas, que más les llena de satisfacción, es comprobar que ellos que ya eran amigos cuando conocieron a sus dos mujeres, después de esa crisis, los dos sienten que su amistad es mucho más fuerte. Yo le he pedido que me le presente en la próxima ocasión, pues los amigos de mis amigos son mis amigos. ¡O eso dicen!