LA PERDONANZA

Perdonanza es un término antiguo que significa indulgencia y tolerancia. El sufijo "anza" añadido a perdón, significa "perdón en acción". En este libro se quiere analizar ese perdón en su extremo más difícil, el perdón de los enemigos.

Dicen que todos sabemos perdonar, aunque perdonar a los enemigos es algo que nos cuesta hacer. Si alguien nos causa un grave daño físico o moral, o a un ser querido, olvidar y perdonar es muy difícil, hasta el punto que hay personas que se llevan el agravio a la tumba. Para entender "la perdonanza", hay que mirar el perdón desde otros puntos de vista. Si decimos que perdonar es "dejar de estar enfadado o resentido (hacia alguien) por una ofensa, falta, o error", resulta que la persona que consigue perdonar, es la primera beneficiada, ya que deja de estar enfadada o resentida. Se trata de pensar o poner el centro de atención, en la persona que perdona y no en el ofensor, del que también nos ocuparemos. Dejamos de estar encadenados al ofensor y nos sentimos libres.

Si nos lo proponemos, perdonar a los enemigos, requiere práctica y es algo que podemos conseguir. Dejaremos de vivir con odio, rencor y angustiados por el miedo a lo que nos suceda. "La perdonanza" nos ofrece ser pacíficos, tolerantes y comprensivos. Al mismo tiempo, mejoramos nuestras relaciones personales y conseguimos la paz interior. Sólo tenemos que intentarlo.

domingo, 1 de agosto de 2010

LOS DOS HERMANOS - 2ª PARTE


-Continuación de la historia del mes anterior-

Ya os puedo contar algo más de esta historia, porque después de que pasaran algunos días de la entrevista con Enrique, fue éste el que me pidió que nos volviéramos a encontrar. Todo ha sucedido mucho más rápido de lo que yo temía.

Por retomar el final, acordaros que después de pensar las posibilidades que tenía, yo le hice una pregunta a Enrique, que él se quedó para reflexionar. La pregunta fue, ¿qué es lo que quieres que resulte de esta situación?. Enrique se quedó mirándome, como si no entendiera bien la pregunta y yo le aclaré:

“Lo importante de decidir de antemano lo que quieres que ocurra, es que te permitirá más fácilmente decidir si cualquier paso o decisión que tomes, se ajusta o no a la consecución de tu objetivo. En una situación como esta, si permites que salga lo mejor de lo que llevas dentro de ti, el resultado final al menos para Enrique será satisfactorio”.

Volvimos a vernos en el mismo sitio y cuando me encontré con él, rápidamente pude percibir una sonrisa y un brillo especial en sus ojos. Con todavía algo de excitación me contó lo siguiente:

“Pues mira, pasé dos o tres días dando vueltas al asunto. Por un lado, estaba muy dolido con todas las faenas que me había hecho mi hermano. Lo he pasado muy mal estos últimos años y ha sido un desprecio detrás de otro, por no decir nada del perjuicio económico que me causó. Por otro lado, temía cual podía ser su reacción si nos veíamos y pensaba que, igual se iba a empeorar más si cabe nuestra relación, lo cual sin duda sería el final definitivo. Si él es orgulloso, yo lo soy aún más y las ideas se me iban y venían, de porqué iba a tener que ser yo quien diera el primer paso. Pero también pensaba en lo que me habías dicho, de sacar lo mejor de mí ante la situación y no podía por menos de pensar, en que al fin y al cabo, se trataba de mi hermano, el único que tengo.

Así que hablé con mi mujer y le dije que, al menos por mi parte, iba a tratar de resolver la situación, a lo cual ella me apoyaba completamente. Le pedí que hablara con nuestra cuñada Carmina y que ésta nos dijera, cual sería el mejor momento de ir a verle a su casa, pero que no le anticipara nada. Carmina, la contó que Julián apenas salía de casa, y que se pasaba el tiempo sin hacer nada y bebiendo más de la cuenta. Así que al día siguiente, acompañado de mi mujer, me acerque a su domicilio, pidiendo a Carmina, que no estuviera ninguno de mis sobrinos, pues no tenía nada claro si al final se iba montar o no una trifulca.

Carmina nos franqueó la entrada y yo me presenté en el salón delante de mi hermano, el cual se quedó como anonadado, pues era obvio que no se podía imaginar mi presencia allí. Yo le dije, algo nervioso, unas palabras que había preparado de antemano:

-Julián, vengo a ti con los brazos abiertos. No vengo a hacerte reproches y como hermano tuyo que soy, de la misma sangre, vengo a ofrecerte la ayuda que tú y tu familia necesiteis-.

Julián se quedó por un momento callado, lo cual a mí me pareció una eternidad. Entonces decididamente, se levantó y se vino hacia mi, y los dos nos fundimos en un fuerte abrazo. Julián empezó a sollozar como un niño, y yo no pude por menos de hacer lo mismo, y allí nos tiramos los dos un buen rato. A todo esto, Amparo y Carmina que habían presenciado la escena, también se habían puesto a llorar y yo que les daba la espalda, podía oír claramente sus sollozos.

Fueron unas lágrimas liberadoras, como un torrente que todo se lo lleva. Cuando nos tranquilizamos, nos sentamos los cuatro y las primeras palabras que pronunció Julián, fueron para pedirme perdón, una y otra vez. Cuando yo le aseguré que no guardaba el mínimo rencor en mi corazón y que podía contar conmigo, Julián poco a poco y de una forma deslabazada, nos contó lo mal que lo había pasado. Nos confesó que, en más de una ocasión, había pensado en el suicidio, y que gracias a su mujer y a sus hijos, no se había decidido a dar el fatídico paso. Nos contó como, todos los que decían que eran sus amigos, le habían abandonado, como le habían traicionado personas que eran de su confianza, como las puertas de los bancos se le habían cerrado cuando antes acudían a recibirle y los tristes ratos que había pasado en los que sólo podía ahogar sus penas en alcohol. Nos habló de la vergüenza que había sentido pensando en mí, en toda la familia y lo cobarde de su actuación, debida a su casi nula autoestima. La vida le había dado una gran lección y ahora su hermano, con su comportamiento, se la seguía dando y nunca lo podría olvidar.

Por mi parte, le propuse olvidar el pasado, no hacer ni siquiera mención de todo lo que había ocurrido. Era como un mal sueño, del que afortunadamente habíamos despertado.
Le hablé de cómo me estaban yendo los negocios, y la fuerte bajada en ventas, debido a la crisis. Sin embargo el grupo seguía en beneficios y todavía tenía ganas de seguir luchando, así que le dije que se tomara el tiempo que estimase necesario, pero que me vendría muy bien para supervisar el Departamento Comercial del grupo. Sabía de lo que era capaz en ese campo y no tenía ningún temor a equivocarme. Que se lo pensase y si aceptaba mi oferta, ya hablaríamos de condiciones. De momento, lo principal era que las dos familias celebráramos el reencuentro, así que les propuse que fuéramos todos a comer a un buen restaurante de la ciudad.

Así que al siguiente sábado, nos fuimos a comer y tenías que ver la cara de algunos, cuando nos veían a todos juntos y sonrientes. Los primos como chicos jóvenes que son, contribuyeron a que el ambiente fuera distendido y agradable. Ha sido la invitación que he hecho en mi vida, de la que más he disfrutado. Mi hermano y yo nos podíamos mirar a los ojos y recordar divertidas anécdotas de cuando éramos pequeños y vivían nuestros padres”.

Enrique me contó algunos detalles más y me dijo que no sabía como agradecerme lo que había hecho. Le contesté que si lo pensaba bien, todo el mérito era suyo, que con su gran corazón y su valentía había resuelto de maravilla la situación, pues había sacado lo mejor que llevaba dentro: el perdón, la confianza y su generosidad. Yo me contentaba con tener su amistad en el futuro.

Y como estamos de vacaciones, aunque rompiendo la tradición, esta vez no os dejo ninguna pregunta para pensar.