LA PERDONANZA

Perdonanza es un término antiguo que significa indulgencia y tolerancia. El sufijo "anza" añadido a perdón, significa "perdón en acción". En este libro se quiere analizar ese perdón en su extremo más difícil, el perdón de los enemigos.

Dicen que todos sabemos perdonar, aunque perdonar a los enemigos es algo que nos cuesta hacer. Si alguien nos causa un grave daño físico o moral, o a un ser querido, olvidar y perdonar es muy difícil, hasta el punto que hay personas que se llevan el agravio a la tumba. Para entender "la perdonanza", hay que mirar el perdón desde otros puntos de vista. Si decimos que perdonar es "dejar de estar enfadado o resentido (hacia alguien) por una ofensa, falta, o error", resulta que la persona que consigue perdonar, es la primera beneficiada, ya que deja de estar enfadada o resentida. Se trata de pensar o poner el centro de atención, en la persona que perdona y no en el ofensor, del que también nos ocuparemos. Dejamos de estar encadenados al ofensor y nos sentimos libres.

Si nos lo proponemos, perdonar a los enemigos, requiere práctica y es algo que podemos conseguir. Dejaremos de vivir con odio, rencor y angustiados por el miedo a lo que nos suceda. "La perdonanza" nos ofrece ser pacíficos, tolerantes y comprensivos. Al mismo tiempo, mejoramos nuestras relaciones personales y conseguimos la paz interior. Sólo tenemos que intentarlo.

domingo, 16 de enero de 2011

DOS CAMPESINOS



En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, - bonita forma de empezar y que pena que Miguel se me anticipara-, vivían dos enjutos campesinos, vecinos por suficientes señas, sabios como el que más, y que el destino había juntado por no sé qué razones o cosas raras de la vida.

El caso es que el uno era optimista y jovial. Afrontaba la vida y sus circunstancias con admiración, asombro y gratitud. Había llegado a la conclusión que de esta forma tenía más energía para trabajar en las duras tareas que tenía que realizar y que al mismo tiempo con su actitud podía disfrutar de todas las maravillosas cosas que su vida le brindaba.

La predisposición de su vecino no podía ser más diferente. Una mañana cuando caminaban juntos camino de sus huertas, el primero decía:

“¡Mira que maravilloso día! ¡Has visto que amanecer más bonito!”. El otro replicaba:

“¡Probablemente hará tanto calor que los campos se agostaran!”

Una tarde, que se veían nubes en la lontananza, el primero comentaba:

¡¿No es maravilloso que parece que la Madre Naturaleza le va a dar de beber a nuestras hortalizas?!

“Mientras no caiga el pedrisco y nos arruine la cosecha”, contestaba con cara de preocupación el otro.

En un viaje que el primero hizo a la capital de la provincia, iba pensando que podía llevarle a su tieso vecino que le hiciera tener ilusión . Mira por donde, entró en una tienda de animales y encontró algo único que seguro iba a maravillar a su amigo. Así que sin dudarlo y pagando sin rechistar el precio que le pidieron, le compró un hermoso perro. No se crean Vds. que era un chucho cualquiera. Era el perro mejor entrenado y con talento para hacer innumerables proezas que se puedan imaginar. Por fin su vecino se iba a asombrar.

Así que al día siguiente, le dio su regalo y empezó a enseñarle todas las cosas que el perro sabía hacer. El perro saludaba y daba la mano, “Bah”, decía el otro, “eso lo hace el perro de fulano”. El perro se echaba o saltaba dos metros de altura, o sabia contar con ladridos, “Bahh” repetía el otro, “eso lo hace el perro de zutano”. Que se le tiraba un palo a gran distancia y el perro lo traía hasta los pies a una velocidad del rayo, “Bahhh” decía el otro “eso se lo he visto hacer a muchos perros”. A todo esto, nuestro primer amigo, le dice sonriendo:

“Bueno, pues acompáñame al río, a ver que piensas de esto”. Y hacia allí se fueron los dos campesinos con el perro saltando y brincando a su lado. Cuando llegaron a la orilla, el que había comprado el perro, cogiendo un palo lo arrojó al medio de la corriente, gritándole al perro: ¡¡¡busca!!!

El perro sin dudarlo un momento, se adentra en el río, y “caminando sobre las aguas” recupera el palo y lo lleva ante los pies de ambos, sin apenas haberse mojado las patas.

“Bueno, ¿qué te parece esto?, le pregunta el primero con cara de satisfacción.

Y el otro, con el ceño fruncido le contesta, “¡hummmm! ¿tú estás seguro que este perro sabe nadar?

¡Qué vida tan diferente! Seguro que estáis de acuerdo que una actitud positiva puede hacer a menudo, la diferencia entre la felicidad y la miseria, entre la salud y la enfermedad e incluso entre la vida y la muerte. Viktor Frankl es un ejemplo de ello, ya que sobrevivió a los campos de concentración alemanes. Sus padres, su hermano y su esposa no tuvieron tal suerte, pues salvo una hermana todos perecieron.
¿Cómo habiendo perdido tanto, padeciendo hambre, frío y brutalidades sin fin, pudo aceptar que la vida fuera digna de ser vivida? En su libro “El hombre en busca de sentido”, asegura algo digno de mención: “todo puede ser quitado a una persona excepto una cosa: la facultad de elegir la actitud con que respondemos ante cualquier hecho o circunstancia que nos suceda”.

Perdonar es una de las más importantes decisiones que uno puede tomar y si se hace a menudo, se acaba convirtiendo en una actitud. Su práctica eliminará de tu mente toda sensación de debilidad, de tensión y de fatiga. De paso, arrasará con todo vestigio de temor, culpabilidad y dolor.

¿Hay quién dé más? Seguro que nuestro triste campesino tendrá una respuesta. Pero ¿Cuál es la vuestra?

No hay comentarios:

Publicar un comentario